Jorge "Ratón" Monasterio
Su nombre está escrito con letras de oro en la historia de Oriente.
Jorge Monasterio dejó huellas bien profundas en la gloriosa historia del club Oriente Petrolero y ahora que está alejado de las canchas, dedicado íntegro a su trabajo y al cuidado de las personas que ama, le cuesta creer que un golpe de suerte fue capaz de cambiar su vida.
En 1987 se formó una selección nacional juvenil para el Torneo Juventud de América en Colombia. Él no estaba convocado, pero gracias a la invitación de sus paisanos Emil Pinto y José Pedro Melgar dejó su natal Trinidad y viajó a Santa Cruz a probar suerte. Al final de un periodo de prueba el DT Efraín Morales le pidió que se quedara como lateral derecho.
Como la suerte había tocado su puerta ‘accidentalmente’, a su retorno a Bolivia, después de que esa selección volviera eliminada, el dirigente Carlos Valverde gestionó su llegada a Oriente Petrolero, que dirigía el chileno Raúl Pino y tenía a Rómer Roca como dueño absoluto del puesto al que él aspiraba.
Luego de tanta espera, en 1988 debutó en un partido ante San José (9-0). Pero lo bueno vino después; en un partido por la Copa Libertadores, el DT Wálter Roque puso a Monasterio por la derecha porque Roca estaba expulsado. Ocurrió en la histórica victoria de Oriente sobre Olimpia en Asunción (2-1), con dos goles de Carlos da Silva. Desde entonces se adueñó del puesto y Roca pasó al medio campo.
Fue titular del primer equipo boliviano que llegaba más lejos en una Libertadores (tercera fase), campeón nacional en 1990 y convertido en ídolo en tan poco tiempo, junto a Trucco, Brunetto, Saldías, Medrano, Ávila, Romero, Celio Alves, Tucho Antelo, Arturo García, Cluadio Chena, Carlos da Silva, entre muchos otros.
Sin embargo, cuando atravesaba por su mejor momento y tras volver de la Copa Nehru (India) con la selección, al mando de Carlos Aragonés y Víctor Barrientos, el 15 de diciembre de 1993 se enfrentó a lo inesperado, frenando en seco su gran sueño de estar en el Mundial de 1994. Mientras hacía el trabajo de calentamiento previo a un partido contra Wilstermann, en el estadio Tahuichi, sufrió la rotura del tendón de aquiles del pie derecho. Estuvo fuera de las canchas durante un año y a su retorno no fue ni la sombra de lo que era. Sentía temor en cada pisada y cuando había que chocar no arriesgaba así nomás.
Se fue de Oriente porque sintió que no tenía cabida y recaló en San José, donde fue campeón en 1995. En 1996 se fue para Stormers y al año siguiente, ilusionado, volvió a Oriente, creyendo que podía tener otra oportunidad. No fue así.
En 1997 volvió a Trinidad para intentar ascender con Pompeya a la Liga y fue cuando anunció su retiro, pisando los 30. Fueron diez años intensos de muchas alegrías y pocos sinsabores que ahora adornan las imágenes del pasado.
Su presente ahora son la empresa francesa donde trabaja (Total E&P Bolivie), su esposa, Susana Carrasco, y su hija, Natalia.
Jorge Monasterio dejó huellas bien profundas en la gloriosa historia del club Oriente Petrolero y ahora que está alejado de las canchas, dedicado íntegro a su trabajo y al cuidado de las personas que ama, le cuesta creer que un golpe de suerte fue capaz de cambiar su vida.
En 1987 se formó una selección nacional juvenil para el Torneo Juventud de América en Colombia. Él no estaba convocado, pero gracias a la invitación de sus paisanos Emil Pinto y José Pedro Melgar dejó su natal Trinidad y viajó a Santa Cruz a probar suerte. Al final de un periodo de prueba el DT Efraín Morales le pidió que se quedara como lateral derecho.
Como la suerte había tocado su puerta ‘accidentalmente’, a su retorno a Bolivia, después de que esa selección volviera eliminada, el dirigente Carlos Valverde gestionó su llegada a Oriente Petrolero, que dirigía el chileno Raúl Pino y tenía a Rómer Roca como dueño absoluto del puesto al que él aspiraba.
Luego de tanta espera, en 1988 debutó en un partido ante San José (9-0). Pero lo bueno vino después; en un partido por la Copa Libertadores, el DT Wálter Roque puso a Monasterio por la derecha porque Roca estaba expulsado. Ocurrió en la histórica victoria de Oriente sobre Olimpia en Asunción (2-1), con dos goles de Carlos da Silva. Desde entonces se adueñó del puesto y Roca pasó al medio campo.
Fue titular del primer equipo boliviano que llegaba más lejos en una Libertadores (tercera fase), campeón nacional en 1990 y convertido en ídolo en tan poco tiempo, junto a Trucco, Brunetto, Saldías, Medrano, Ávila, Romero, Celio Alves, Tucho Antelo, Arturo García, Cluadio Chena, Carlos da Silva, entre muchos otros.
Sin embargo, cuando atravesaba por su mejor momento y tras volver de la Copa Nehru (India) con la selección, al mando de Carlos Aragonés y Víctor Barrientos, el 15 de diciembre de 1993 se enfrentó a lo inesperado, frenando en seco su gran sueño de estar en el Mundial de 1994. Mientras hacía el trabajo de calentamiento previo a un partido contra Wilstermann, en el estadio Tahuichi, sufrió la rotura del tendón de aquiles del pie derecho. Estuvo fuera de las canchas durante un año y a su retorno no fue ni la sombra de lo que era. Sentía temor en cada pisada y cuando había que chocar no arriesgaba así nomás.
Se fue de Oriente porque sintió que no tenía cabida y recaló en San José, donde fue campeón en 1995. En 1996 se fue para Stormers y al año siguiente, ilusionado, volvió a Oriente, creyendo que podía tener otra oportunidad. No fue así.
En 1997 volvió a Trinidad para intentar ascender con Pompeya a la Liga y fue cuando anunció su retiro, pisando los 30. Fueron diez años intensos de muchas alegrías y pocos sinsabores que ahora adornan las imágenes del pasado.
Su presente ahora son la empresa francesa donde trabaja (Total E&P Bolivie), su esposa, Susana Carrasco, y su hija, Natalia.
Fuente: El Deber
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