AMOR A LA CAMI$ETA

AMOR A LA CAMI$ETA

Si se puede cambiar de mujer, de colegio, de barrio, de país, pero nunca podés cambiar de equipo, según un lugar común de los hinchas del fútbol, ¿está permitido cambiar el color de la camiseta?
Alguien dirá que sí, tomando como ejemplo lo que viene sucediendo en los últimos tiempos en el fútbol boliviano siguiendo una tendencia mundial, por orden de los especialistas en marketing, aferrados a números y convencidos que esto, el fútbol, digo, es hoy, para muchos, más un negocio que un deporte.
Negocios son negocios, podrá argumentar otro, indicando que el club necesita ingresos y que los sentimentalismos no cuentan a la hora de facturar, razón por la cual valen los diseños novedosos de camisetas que generan expectativa e interés en los hinchas que adquieren las prendas, y que la demanda es mayor si hay un título de por medio.
Pero, ¿está bien cambiar los colores tradicionales a cualquier precio? ¿No es venderse al mejor postor? ¿No importa desterrar valores de pertenencia? Si tenemos en cuenta que, como cantan los hinchas en las tribunas, el fútbol, su equipo, "es un sentimiento" que está ligado directamente al amor a la camiseta, a unos colores determinados, pintados, literalmente, en el corazón, que hacen a la tradición, a la historia de una institución, a la pasión y la fidelidad, obviamente que no está bien.
Sin embargo, otro señalará que no es para tanto porque, por lo general, se trata de la "camiseta alternativa", la que se usa de vez en cuando. Está bien, los diseños pueden cambiar, pero los colores no se deberían negociar, mucho menos cuando de prendas oficiales se trate.
Parece contradictorio, pero el hincha fiel, que ama su camiseta, a su equipo, se enceguece con los éxitos, y con tal de apoyar, gasta hasta lo que no tiene, sin importarle si se quedará yesca, sin plata, el resto del mes. Compra sin prestar atención ni darse cuenta, en algunas ocasiones, que le están emponchando cualquier cosa colorinche, menos la camiseta por la que estaría dispuesto a dar la vida.

Fuente: Once a Once